MEMORIA, RECUERDO, OLVIDO

Rosell Meseguer


La casa del porvenir es más sólida. Más clara, más vasta que todas las casa del pasado. Frente a la casa natal trabaja la imagen de la casa soñada.

Gaston Bachelard. “La poética del espacio”.

La muerte, no estamos acostumbrados a ella(...). la muerte, al ser aquello a lo que no estamos acostumbrados, nos acercamos a ella o bien como a lo inhabitual que maravilla, o bien como a lo no familiar que horroriza.

Maurice Blanchot. El paso (no) más allá.

 

La caja, el cubo, la casa, la tumba, (la vitrina), se alimentan del cuerpo, como elemento de su intimidad. El cuerpo permanece en ellas: vivo, muerto. Una casa nace al ser habitada por un cuerpo vivo, una tumba por un difunto; en la casa habitada quedan las sombras. Una casa abandonada no es una sepultura, pero tampoco un hogar, se encuentra en el límite de ambas escenas y su recuerdo y memoria pertenece a los seres que la habitaron.

La casa y la tumba aparecen como una necesidad del cuerpo vivo y muerto. La casa está erguida, a lo alto, de pié; es una vertical pegada al suelo, dirigida al cielo. La tumba una horizontal terrenal y una vertical celestial.

Rehacer la casa, es recordar la casa pero también hacer la tumba. Le Corbusier no sólo hizo casa, sino que además construyó su tumba.

La puerta, la ventana y la tapia se construyen a partir del modelo del cuerpo, altura x anchura, al igual que se construye la casa y la tumba.

La tumba es un túmulo, un tumor, un tumulto, una cama hinchada por el aire del alma que quiere salir de ella.

La tapia difiere de la puerta en que la primera es una puerta sin pomo, sin cerradura, se confunde con el muro. La entrada es secreta, no hay orificios, ni pequeños agujeros. Todo lo que está dentro es un verdadero secreto.

La vida es un juego, cada uno juega sus fichas, mejores o peores. En el juego la imaginación y la memoria construyen la casa.

El cuerpo de la iglesia, partía de la horizontal del suelo. Pegada a la tierra: una alfombra de difuntos honorables, un campo santo dirigido al cielo. Lechos plurales de muertos, huecos en negativo de la ausencia del cuerpo. Comparten los muertos y los vivos el sueño.

El arte funerario, llena el vacío provocado por la muerte, manteniendo la ilusión de que el difunto no ha sido devorado por el tiempo. La tumba como último hogar y morada del alma, es transmisora de la ausencia del ser y la presencia del no-ser.