Sema D’Acosta

ORO, INCIENSO, MIRRA... Y CARBÓN DULCE


El mito que sustenta la tradición de regalar carbón durante la época de Navidad, a modo de castigo ante el mal comportamiento de los niños, posee un origen tan incierto como diverso. Algunas leyendas en Sicilia, Holanda e Inglaterra se entre- cruzan con personajes del folclore propio de cada zona -como la bruja Befana en Italia, el Olentzero en el País Vasco o los Reyes Magos, en España y algunos países de Latinoamérica- creando todo un universo mitológico en torno al carbón. Aunque en nuestro país esta creencia popular continúa vigente, una golosina conocida como “carbón dulce”, ha reemplazado la sanción aportando un cariz más amable a la idea original. Por otro lado, y gracias a la tradición cristiana, otros materiales cobran protagonismo en la construcción de un imaginario vinculado a las festividades de fin de año. Bastante conocida es la creencia según la cual, tres sabios venidos desde oriente (los Reyes Magos de la cultura hispánica), se presentan ante el nuevo Mesías con ofrendas de oro -además de incienso y mirra- el día de su nacimiento.

Atendiendo a las cualidades físicas, utilitarias y simbólicas de los minerales que for- man parte del mito navideño, la artista Rosell Meseguer (Orihuela, Alicante, 1976) estructura una propuesta en el cual, la frontera que separa el arte del proceso do- cumental, se diluye. La observación de la dimensión antropológica y cultural que adquiere la actividad minera (y por extensión, sus productos), sigue la estela de una serie de trabajos anteriores de la autora. Asimismo, deja entrever la influencia que ejerce sobre ella sus años de residencia en Chile; un país reconocido mundialmente por sus recursos geomineros y cuya idiosincrasia está fuertemente atada a los suce- sos que derivan de su explotación.

Reyes Magos y carbón dulce, en Latinoamérica la navidad es en verano en lugar de invierno. He pasado alternamente mis navidades entre el hemisferio norte y el hemisferio sur; en América del Sur echando de menos el día de Reyes -tradición que allí no se celebra-, el roscón y ese carbón dulce que me fascinaba como objeto y, al mismo tiempo, me desagradaba por ser demasiado empalagoso. Carbón para unos, oro para otros, incienso y mirra.

Entré en el gran salón del Museo Geominero de Madrid, si- tuado en el barrio de Chamberí, y pensé en el Museo de Ciencias Naturales de París. En la vitrina: carbón, carbón y más carbón, negro rotundo, plateado, ocre y sombras; duro como una roca y blando como la tierra de donde nace. Carbón para calentar, carbón para quemar, carbón para cocinar, carbón para comercializar, carbón...

En Bucarest, Rumania, el Museo Nacional de Geología, toda- vía guarda un aire de institución del siglo XIX, con sus piedras y meteoritos y sus documentos y mapas de los ya- cimientos de carbón del país. Carbón y Europa, eso pensé. Carbón y Revolución Industrial.

Carbón dulce, para los niños, carbón negro para los mine- ros. Oro, incienso y mirra..

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